Tenemos el paso del tiempo, aunque es necesario para que fluya la vida. Ser conscientes del presente y buscar la paz interior ayuda a tener un refugio en medio de la cambiante realidad exterior.
Actitudes liberadoras
El amor
Hay una secreta etimología latina de la palabra Amor: amors, no muerte. Frente a los cambios físicos y el sufrimiento psicológico que el paso del tiempo puede ocasionar, el amor constituye un bálsamo e incluso una suerte de antídoto.
Cuando amamos, la experiencia de lo vivido adquiere un sentido especial. Como si la entropía física fuera de algún modo vencida y una energía sutil y luminosa guardara esos momentos de forma indeleble.
Por eso es bueno sentir amor, en la medida que sea, no solo a quienes tenemos afecto natural (familiares y amigos), sino también a personas que no conocemos (especialmente niños y ancianos), animales, plantas o incluso lugares y objetos. No se trata de amor pasional, claro, sino una mezcla de aprecio, respeto, complicidad y cariño.
El sentido del humor
También el sentido del humor nos libera por así decirlo de las ataduras del tiempo. Con alegría y un poco de sana ironía se alivian las penas, y los problemas parecen menos graves.
Reírse a veces de las situaciones absurdas que a menudo suceden –como hacen los chistes o películas cómicas- es una manera de tomar distancia respecto al mundo exterior y el miedo a lo imprevisto, incluso la muerte.
Reírse, también de uno mismo, es bueno para la salud y alivia del peso del exceso de seriedad, del <<sentido trágico de la vida>> que a menudo cultivamos.
Se puede vivir en paz con los cambios que conlleva el curso del tiempo. No podemos modificar el tiempo exterior, pero sí el interior o psicológico. Realmente solo existe el presente, desde donde podemos recordar el pasado e imaginar el futuro.
Más aún, como dijo Gaston Bachelard: “El tiempo no tiene sino una realidad, el instante”.
La energía del tiempo,