Reconocer lo que somos y sentimos es el segundo pilar de la autoestima. Se trata, ante todo, de una decisión personal.
Autoestima y aceptación están tan vinculados que, en ocasiones, se confunden pese a ser términos distintos. Mientras que la autoestima es algo que experimentamos, la aceptación de nosotros mismos es algo que hacemos. Dicho de otra forma, “la aceptación de mí mismo es mi negativa a permanecer en una relación de confrontación conmigo mismo”.
Aceptarme a mí mismo es estar de mi lado –estar para mí mismo-.
La aceptación es más primitiva que la autoestima, una especie de egoísmo natural que es un derecho innato y contra el que, sin embargo, tenemos la potestad de obrar y anular. Un acto básico para la autoestima es decirnos: “Elijo valorarme, tratarme con respeto, defender mi derecho a existir”
La aceptación de uno mismo supone nuestra disposición a experimentar que pensamos lo que pensamos, sentimos lo que sentimos, deseamos lo que deseamos, hemos hecho lo que hemos hecho y somos lo que somos. Es la negativa a considerar cualquier para de uno mismo –cuerpo, emociones, pensamientos, actos, sueños…- como algo ajeno online casino nbso y distinto de nosotros.
Aceptarme a mí mismo conlleva la idea de compasión de ser amigo de mí mismo. No comprendemos a otra persona cuando solo conocemos que lo que hizo estuvo mal. Necesitamos conocer lo que motivó su conducta. No se trata de justificar sino de ser comprensibles.
Una vez se asume lo que se hace, se puede avanzar. Igual que cuando queremos corregir a alguien, nosotros no queremos herir la autoestima de esa persona, pues deberíamos de tener esa misma acción cono nosotros mismo.
Cuando las personas tienen dificultades para aceptarse a sí mismas, se encuentran dos creencias falsas. Una es que si aceptamos lo que somos, ya se debe aprobar todo lo que somos. La otra es que si aceptamos quienes y lo que somos, somos entonces indiferentes al cambio o la mejora.
La Práctica de Aceptarse,
