Es algo tan grato como tener relaciones sexuales. Expresar a otras personas nuestros pensamientos, sensaciones, experiencias, temores, ideas, puntos de vista… suele resultar liberador y nos reconforta.

Ahora, un estudio de la Universidad de Harvard (EE.UU.), publicado en Proceedings of the National Academy o Sciences, ha encontrado la explicación a esto. Al parecer, hablar de uno mismo o de una misa y hacer confidencias, activa en nuestro cerebro los mismos circuitos de gratificación que produce el sexo o la comida por ejemplo.

El estudio no desvela si hombres y mujeres reaccionan de forma distinta a este ejercicio de comunicación, o si la edad incide en los resultados. A la vista de las conclusiones, los autores consideran que el placer obtenemos hablando de nosotros mismo o misma  es beneficioso, entre otras cosas, porque “genera vínculos y alianzas entre las personas, ayuda a obtener conocimientos de uno mismo y multiplica el conocimiento que cada persona puede adquirir a lo largo de su vida”; Y es útil para “la extrema sociabilidad de nuestra especie”.

“Los seres humanos dedicamos entre el 30% y el 40% de lo que hablamos a informar a otras personas de sus propias experiencias”, escriben los autores de la investigación en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., donde han presentado sus resultados. En redes sociales como Twitter, el porcentaje se sitúa por encima del 80%. Esta necesidad a compartir las vivencias propias se manifiesta ya en niños de nueve meses, que intentan llamar la atención de los adultos sobre lo que les parece importante.

Pero los resultados demuestran que “los humanos están tan dispuestos a revelar información sobre sí mismos porque les resulta intrínsecamente gratificante”, concluyen los investigadores en Proceedings.

Aunque esta idea se había propuesto antes como hipótesis, nunca hasta ahora se había demostrado experimentalmente. Por lo tanto, no te cortes al hablar de ti, recuerda que pocas cosas resultan placenteras sin necesidad de gastar dinero o que dependan de otra persona.

Aquel que se ama sí mismo no tiene rival ninguno.

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